minarrativa

domingo, 8 de enero de 2012


Va a venir a visitarme. Antes llama para preguntarme si voy a estar o si tengo otra cosa que hacer que le diga y viene otro día, no tiene problema. Casi que hasta mejor, confiesa, porque con semejante calor se quedaría en su casa si no fuera porque tiene que aguantar a ese otro. Entiendo que mi cuñado está cerca oyéndola y que cuando ella venga y yo le pregunte por él me dirá que aquel otro se quedó allá, de la pileta a la computadora o trabajando, como siempre.
Ni risa le da cuando la recibo contándole que su marido ha dejado de llamarse por su nombre para empezar a ser éste otro. Aunque sigue siendo el único y el mismo, ya hace tiempo que dejó de referirse a él por su nombre.
Preparo el mate y ella insiste en que no hace calor acá adentro pero yo estoy tan sofocada por la soledad de mi propio departamento que le ruego carguemos el termo hasta la plaza.
Siento pena. Al principio, no. De a ratos me enojo con su terquedad y termino sangrando dos dedos de tanto masticar las cutículas. Los escondo adentro de la mano y la transpiración salada me hace arder más. Agarro un mate y lo mancho, ve las heridas y me reta. Al ratito me pregunta por que me hago así, no entiende que me lastime sin darme cuenta.
No quiere irse de vacaciones, lo que le gustaría es no estar en su casa por unos días... Con tres se conforma. Yo quiero viajar, pero en el tiempo.
Sin llevarme el dedo a la boca y con la misma mano me arranco el pedacito de piel que quedó pendiente. La realidad ni siquiera se descuelga: estamos solas. Para burlar a mami vos elegiste un casamiento no consentido y yo la bisexualidad. Nos merecemos esta soledad que nos pasa… No por desobediencia sino porque elegimos en su contra y no a nuestro favor. 
Tampoco se lo digo.
Ella se pone a mirar el mismo perro que estoy mirando yo y se empieza a reír. Entonces la miro y me sonrío acompañándola en el gesto, para que no se quede sola con la risa ni con la desolación que nos hermana este sábado de tanto tanto calor…